Este mes se cumplen 20 años de la introducción del efectivo de billetes y monedas de euro en la Unión Europea, si bien la moneda europea común -conocida como ecu- nació tres años antes, con la cotización en los mercados financieros internacionales. Hoy es la divisa oficial de unos 340 millones de personas en 19 países y la segunda más utilizada en todo el mundo, aunque a considerable distancia del dólar.
La confianza de los mercados en el euro se refleja en su cotización en relación al dólar, ya que la divisa europea ha experimentado una revalorización del 26,2% desde su lanzamiento y actualmente se mantiene por encima de 1,13 dólares, a pesar de que en 2021 se haya depreciado un 6%, debido fundamentalmente a la política opuesta que mantienen el BCE y la Reserva Federal de Estados Unidos respecto a los tipos de interés. Así, mientras que el BCE se ha comprometido a no subir tipos en 2022, la Reserva Federal anticipa tres subidas en este año.
Este progresivo fortalecimiento de la moneda europea frente a la estadounidense ha marcado ciertos hitos. El 15 de julio del 2008 alcanzó un cambio de 1,6038 dólares, en plena crisis financiera, poco antes de la caída de Lehman Brothers. l 15 de septiembre de ese mismo año, cuando quebró Lehman, cerró a 1,4264 dólares.
Posteriormente, la cotización del euro se ha ido erosionando gradualmente hasta los 1,13 dólares en la actualidad. Las causas han sido el debilitamiento de las economías europeas en la Gran Recesión de 2008, la crisis de la deuda soberana de la eurozona, la introducción de políticas de expansión cuantitativa por parte del BCE -entonces liderado por Mario Draghi-, el Brexit y, finalmente, el impacto de la pandemia de la COVID-19 durante casi los dos últimos años.
Durante este período de vida del euro, los precios han ido aumentando anualmente, excepto en 2014, 2015 y 2020 (gráfico 1), con una inflación acumulada desde diciembre de 2001 hasta diciembre de 2021 del 49,3%. Sin embargo, entre 1981 y 2001, la inflación acumulada fue del 206,8%, y entre 1961 y 1981, del 784,6%. Así, la inflación media en España en estos últimos 20 años ha sido del 2%, mientras que la de los 20 años anteriores a la entrada del euro era casi del 10 %, por lo que se ha reducido cinco veces. Por tanto, para España, el euro ha supuesto una indudable disciplina y control de precios que ha permitido aumentar la competitividad de nuestra economía.
Gráfico 1: Evolución de tasa de variación anual del IPC, 2001- 2021
Fuente: Elaboración propia a partir del INE, IPC
Gracias al euro, la economía española se ha beneficiado de la convergencia nominal, esto es, la aproximación de las magnitudes que miden el grado de estabilidad macroeconómica entre los diferentes estados miembros. Así, además de una menor tasa de inflación, la economía española ha podido tener ventajas por la reducción de los tipos de interés, la desaparición de la volatilidad de las divisas y el gran aumento de la entrada de capitales. Todo ello desencadenó una década de gran crecimiento económico en todos los países que compartimos la divisa del euro.
Asimismo, la integración comercial y financiera ha sido un proceso exitoso, ya que los flujos comerciales y financieros con los socios de la Unión Europea también han aumentado. El comercio de España con la UE en 1995 era del 25% del PIB, en 2001 -justo antes de la entrada del euro- del 30%, y en la actualidad se sitúa en el 36% del PIB.
Sin embargo, tras 20 años de la llegada del euro, aún queda pendiente el reto de la convergencia real. La aproximación de los niveles de renta per cápita entre los Estados miembros aún está lejos de ser una realidad (gráfico 2). Los 19 países que en la actualidad conforman la zona euro, en general, han experimentado incrementos de su renta per cápita en estas dos décadas, habiendo aumentado de media un 8,6% desde 2001 hasta 2020 (año en que se debe, además, considerar el efecto negativo de la pandemia de la COVID-19).
Gráfico 2: PIB per cápita (euros) en países de la zona euro (2001 y 2020)
Fuente: Elaboración propia a partir de Eurostat
Las diferencias entre los distintos países en términos de renta per cápita se han suavizado ligeramente, principalmente por el aumento experimentado en países del antiguo bloque del este como Lituania (con crecimiento del 150%), Estonia (con un aumento del 86,7%) y Eslovaquia (con incremento del 88,3%). Sin embargo, estos países aún se sitúan lejos de los 29.290€ de renta per cápita media de la zona euro en 2020. Del mismo modo, en el espacio de moneda común coexisten Luxemburgo o Irlanda, con rentas per cápita de 82.250€ y 62.980€ en 2020. Estas mismas diferencias subsisten cuando se analiza la productividad y competitividad de las economías.
En definitiva, la historia del euro es la de un proceso de éxito aún sin culminar. España era una de las economías más rezagadas de la UE y la introducción del euro nos dio estabilidad macroeconómica y permitió atraer inversiones que propiciaron el desarrollo de nuestra economía. Sin embargo, en un entorno globalizado, la zona euro ha de aspirar a culminar el proceso de integración entre los países miembros, para lograr la convergencia real. Ello pasa, en el ámbito europeo, por otorgar un mayor peso de las instituciones europeas y por dotarse de una fiscalidad más homogénea y cohesionada, en línea con los pasos dados con la emisión, por primera vez, de deuda conjunta para financiar el Plan de Recuperación y Resiliencia para mitigar el impacto de la COVID-19.
Mónica Melle
Profesora titular de Economía Aplicada de la UCM y miembro del Consejo Asesor del ORFIN