El pasado mes de abril en esta Cátedra Orfin publicamos un análisis sobre el impacto de la pandemia sobre la economía y sobre la estabilidad. Anticipamos un impacto intenso y duradero sobre el PIB y el empleo, un fuerte aumento del déficit y la deuda pública y también un repunte de la morosidad, especialmente en los sectores más afectados como el turismo o el ocio. La realidad lamentablemente ha seguido nuestro escenario.
El impacto sobre el empleo de la pandemia ha sido muy intenso. Tardaremos años en recuperar el nivel previo a la pandemia y eso se traducirá en morosidad de hipotecas y créditos al consumo. Pero esta crisis, a diferencia de la de 2008, será una crisis empresarial. Los ERTE han aliviado los costes de las empresas y han evitado muchos cierres inmediatos, pero las ventas han caído tanto en muchos sectores que las empresas continúan en pérdidas. Los autónomos son el colectivo más afectado y dos de cada tres contestan en las encuestas estar en situación de vulnerabilidad financiera.
En este sentido, es una crisis imprevista que no se produce por errores del sector bancario en la concesión de créditos. ¿Quién podría anticipar hace seis meses que los ingresos por turismo en julio caerían un 80%? Sí, han leído bien: un 80%. Esto implica menos ingresos para el sector bancario en los próximos años y se suma a la reducción de márgenes provocada por los tipos al 0% del BCE y por la irrupción de nuevos competidores, aprovechando que las nuevas tecnologías han eliminado barreras de entrada de la era anterior.
La teoría y la historia económica son contundentes en este aspecto; un sector con menores márgenes tiende a la concentración. Es lo que ha sucedido desde 2008 y es lo que ayuda a explicar el anuncio de la posible fusión de Caixabank con Bankia. Caixa tenía el 50% de los depósitos de las cajas de ahorros en 2007 y pasó la peor crisis financiera española y mundial en 80 años sin necesidad de ayudas públicas y asumiendo las pérdidas con su propio capital. Bankia fue el resultado de la fusión de varias cajas y necesitó capital público para pasar la crisis y evitar que los ahorradores perdieran sus depósitos y que el estado afrontará una suspensión de pagos y una reestructuración de la deuda pública. El Gobierno tuvo el acierto de poner al frente del saneamiento de la entidad a Goirigolzarri, uno de los banqueros más reputados del mundo con gran experiencia en la expansión del sistema bancario español en América Latina. Hoy Bankia es una entidad capitalizada, eficiente y con un ratio de rentabilidad superior al promedio del sector.
Las dos entidades cotizan por debajo de su valor en libros y la fusión aumentará su fondo de comercio y su capital. No obstante, ese tipo de capital ya no se incluye en los nuevos ratios de solvencia del supervisor europeo, por lo que no es más un incentivo para fusionarse. Las economías de escala tampoco lo son, porque las dos entidades ya habían alcanzado un tamaño grande y habían acometido un proceso de mejora de eficiencia intenso desde 2008. Por lo tanto, no será la clave del éxito de la fusión.
La clave del éxito será mantenerse competitivo en un nuevo entorno en el cual las empresas con nuevas tecnologías entrarán en el sector. En ORFIN ya estamos trabajando en un nuevo informe sobre el Futuro del Sistema Financiero y entendemos que, frente a este proceso de transformación, la fusión es una oportunidad para no integrar sobre los sistemas antiguos y aprovechar para adaptar la nueva entidad a los tiempos que corren, marcados por el cambio tecnológico.
En esta cátedra defendemos el papel clave del sistema financiero para canalizar ahorro a la inversión productiva y eso es determinante para la creación de empleo, los salarios y la renta por habitante que acaba generando recursos públicos para financiar el estado de bienestar. Por lo tanto, todos los españoles deberíamos desear que esa fusión sea exitosa.
José Carlos Díez
Director del ORFIN