Efectos macroeconómicos de la invasión de Ucrania

  • 10 marzo 2022

“Las guerras para un economista son siempre un dilema del prisionero”, como lo definió el Nobel John Nash, protagonista de la película Una mente maravillosa. El juego no es cooperativo y las dos partes pierden. En 2007, en la Conferencia de Seguridad de Munich, Vladímir Putin mostró su plan expansionista para recuperar el área de influencia rusa durante la Guerra Fría y esa posición hace casi imposible la cooperación. Forzar que Ucrania se aproxime a la Unión Europea también nos aleja de una solución cooperativa. Se podría haber planteado para Ucrania una posición neutral, como la de Finlandia, pero tras la invasión de Crimea en 2014 y la actual parece muy complicado alcanzar ese estatus.

La economía ucraniana es la que sufrirá la mayor devastación, como ya es visible por el destrozo físico y el éxodo de población : –más de dos millones de personas, según los datos de ACNUR– y que han sufrido. La economía rusa será la segunda más perjudicada por las sanciones aplicadas por la comunidad internacional. Rusia debe asumir que su plan expansionista tiene costes para su población. De lo contrario, Putin no pararía hasta ejecutar su plan y buena parte de Euroasia estaría bajo la amenaza permanente de Moscú.

Vladímir Putin llegó al poder por una depresión económica, en medio de una crisis financiera, bancaria e inflación galopante. Este mismo escenario lo tendrá que gestionar, de nuevo, el próximo año. En mayo del año 2000, cuando fue nombrado presidente, el rublo cotizaba por debajo de 30 contra el dólar. La pasada semana llegó casi a 120 y este lunes pasado escaló hasta los 137. Aunque le ha beneficiado la subida de los precios de las materias primas, la economía rusa sigue siendo cinco veces menor que la de Estados Unidos y la renta por habitante promedio de Rusia es un 60% inferior a la de un estadounidense. Eso no ha cambiado mucho con respecto a la Unión Soviética. Lo que sí ha cambiado (a peor) es que la desigualdad y la concentración de riqueza en pocas manos han aumentado considerablemente en la Rusia de Putin.

El mayor impacto de la invasión de Ucrania sobre el resto del mundo es, principalmente, a través de los precios de las materias primas. Los precios del gas han alcanzado un nuevo máximo histórico, próximo a 200 euros/megavatio. El equivalente en petróleo sería 350 euros por barril. Antes de la pandemia, los precios del gas estaban por debajo de 50 euros. Está por ver cuánto dura la invasión y cuánto bajan los precios cuando termine. Pero la Comisión Europea ya elevó su precio de equilibrio del gas antes de la invasión a 60-80 euros, y es muy probable que después se sitúe por encima. 

A esto hay que sumarle el petróleo. El 70% del petróleo ruso está retenido por las sanciones y el resto se vende con un descuento de 30 dólares por barril. Veremos dónde se equilibra esto y cuánto petróleo adicional pone Arabia Saudí en el mercado. No obstante, es muy probable que el precio del crudo sea mayor tras la invasión. Rusia también es un gran exportador de minerales: paladio, aluminio, níquel o cobre. Ucrania es uno de los graneros del mundo, sobre todo de trigo, maíz y girasol. Los índices de precios de materias primas han superado los máximos de 2007. Seguramente lo más preocupante es la subida de los precios de los alimentos, que en buena parte del mundo supondrán hambrunas, crisis sociales, políticas y, seguramente, más guerras.  

El mayor impacto de los precios energéticos será sobre Europa, que ya era la economía que menos crecía antes de la invasión, lo que explica que Bruselas haya decidido no sumarse a la suspensión de las importaciones de petróleo, gas natural y petróleo anunciadas por Estados Unidos. Alemania ya estaba en estanflación en el segundo semestre de 2021 y el impacto de la invasión intensificará sus efectos sobre la caída del PIB y sobre la inflación. Alemania concentra el 30% del PIB de la eurozona y su crisis tendrá un fuerte efecto arrastre sobre las exportaciones del resto de países, incluidas las españolas. El mayor riesgo es que un ataque reviente el gasoducto que pasa por Ucrania desde Rusia, lo que podría derivar en  precios más altos y mayores problemas de suministro, especialmente para la industria alemana. 

EEUU creó casi 700.000 empleos en febrero y tiene producción nacional suficiente de petróleo y gas para satisfacer su demanda interna. Tendrán más inflación, la Fed subirá los tipos y su crecimiento será mejor, si bien es cierto que aún están lejos de caer en la estanflación. China tiene menor crecimiento y su gobierno acaba de mantener una previsión del 5,5% para este año. Además, ha anunciado políticas fiscales expansivas y el banco central ha bajado los tipos y los coeficientes de reservas bancarias. La inflación en China, misteriosamente, sigue en el 0,9% anual en enero de este año. 

En el caso francés, Macron está en campaña y ha anunciado ya un plan de estímulo fiscal. Comete el mismo error que Mitterrand en 1981, que tuvo que rectificar pocas meses después. Ante un shock de oferta provocado en el exterior sobre variables que no se pueden controlar, como es el gas ahora o fue el petróleo en los años setenta, las políticas fiscales y monetarias expansivas aumentan la inflación y provocan más estancamiento o recesión y destrucción de empleo. Por eso, en los años setenta costó muchos años entenderlo y supuso  decenas de millones de desempleados que se podrían haber evitado. 

Una subida de los precios de importación tan brutal solo permiten dos opciones de política económica: empobrecerte ordenadamente o desordenadamente. El BCE va muy retrasado y, seguramente, tendrá que subir tipos antes de lo previsto y más de lo que anticipan los mercados. Y se puede y se debe suavizar el ajuste fiscal previsto para 2023, pero sería un error aumentar los déficits públicos como hicimos durante la pandemia. Recordemos que, en 2020, los precios de las materias primas se hundieron y ahora están por las nubes. 

España crece más que sus socios europeos, pero los datos de empleo de enero y febrero ya indican desaceleración. Los datos de ventas de la agencia tributaria en 2022 están casi estancados y por debajo de los niveles en los que finalizó 2021. En otras palabras,  la economía se ha frenado, aunque aún no está en estanflación como Alemania. En 2021, el Gobierno fue prudente y redujo significativamente el déficit público; por ello, ahora bastaría con contener el gasto para llegar a un equilibrio primario en 2023. Recordemos que la inflación aumenta la recaudación por IVA e IRPF.

Con una política fiscal neutral y subidas de tipos, el mayor riesgo para España sería un nuevo episodio de inestabilidad financiera como sucedió en 2010. Ahora nuestro sistema bancario está bien capitalizado, incluso con exceso de provisiones de 2020, aunque la subida de inflación tendrá un impacto negativo sobre la morosidad. El riesgo es menor, pero no por ello menos preocupante. En este sentido, es determinante que España alcance un pacto de rentas para contener los precios domésticos y los salarios. No obstante, igual que sucedió en 1977 en los Pactos de la Moncloa, la política ocupa el espacio de la patronal y los sindicatos, que deben ser los que protagonicen, y lejos de ayudar, hace menos probable el pacto. Recordemos que en 1977 los sindicatos no firmaron los Pactos de la Moncloa,aunque sí sirvieron para dar una potente imagen de unidad de los partidos políticos y facilitó aprobar la Constitución, clave para entrar en la Unión Europea y que permitió el mayor periodo de democracia y estabilidad de nuestra historia desde 1492.

No obstante, el  pacto de rentas en España parece muy poco probable. Los sindicatos han exigido indexación de salarios a sorpresas de inflación pasada, que es precisamente la principal causa de la estanflación y de la grave crisis de los años setenta. En España, subió más el desempleo y duró más tiempo en comparación con nuestros socios europeos. Pero, además, los representantes de los trabajadores han exigido negociar la subida mínima del salario a partir del 3,5% que el Gobierno aprobó, por decreto, subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) el pasado mes. Es clave que la subida esté referenciada a la inflación subyacente prevista y que los incrementos  adicionales vayan asociados a mejoras de productividad de las empresas. Por su parte, las empresas deben comprometerse a subir moderadamente los precios y canalizar las no subidas salariales para mantener la inversión y la creación de empleo. 

Los errores de comunicación de la presidenta del BCE el pasado mes han provocado un aumento de las primas de riesgo europeas, principalmente de Grecia, que ya está de nuevo por encima de la barrera de 200 puntos básicos. También Italia está próxima a esa barrera; España está en 100 puntos básicos. No obstante, si las primas de riesgo vuelven a aumentar, sería equivalente a una política monetaria más restrictiva e intensificaría los efectos estanflacionistas. Por eso, la prioridad de la política económica en España (incluyo al BCE) es mantener estable la prima de riesgo. Eso implica una política fiscal prudente y un pacto de rentas consensuado en el diálogo social.

Otro efecto a medio plazo que tendrá impacto negativo sobre la sobre la estabilidad macroeconómica global es que el mundo de nuevo se ha partido en dos:EEUU Europa y Japón, por un lado, y China y Rusia, por otro. Hasta 2008, China, Japón y Asia ahorraban, y EEUU consumía y se endeudaba. Si hay más restricciones a la movilidad del capital, el tipo de interés neutral mundial será mayor. Si sumamos que los bancos centrales se verán forzados a parar sus compras de deuda e, incluso, a reducir el tamaño de sus balances, eso aumentará aún más el tipo de interés neutral. La deuda mundial es, ahora, superior  a la de 2008 y con tipos neutrales más altos, el riesgo de inestabilidad financiera es más mayor. Recordemos que tras la crisis energética de 1979, la Fed sobrereacionó subiendo los tipos de interés, apreció el dólar y provocó la crisis de deuda emergente que afectó a más de 40 países en 1982. 

Esta crisis los economistas la conocemos bien y sabemos qué medidas aplicar y qué errores no hay que cometer. Como nos enseñó el Canciller alemán Adenauer, “la historia es la suma de todas aquellas cosas que se hubieran podido evitar”.  

José Carlos Díez es director del ORFIN