El pasado 3 de octubre celebramos el Día de la Educación Financiera, una disciplina que representa un pilar fundamental a la hora de realizar una apropiada gestión de ingresos y gastos y, de esta manera, poder ahorrar e invertir de manera eficiente. Así, la educación financiera no es solo importante para asegurar el propio bienestar financiero del ciudadano, sino que también garantiza el buen funcionamiento de los mercados financieros, reduciendo el comportamiento irracional.
Además, un adecuado nivel de conocimientos financieros también beneficia positivamente al tejido empresarial. En este sentido, la publicación de Funcas, “Cinco estudios sobre educación financiera en España” de 2019, reveló que la educación financiera hace que las innovaciones llevadas a cabo por una empresa tengan un impacto mayor sobre el rendimiento de la organización. De la misma manera, aquellos empresarios que cuentan con mayores conocimientos financieros son más capaces de desarrollar un buen plan de innovación.
Desde la crisis de 2008, la educación financiera ha tomado más relevancia y existen numerosos estudios que muestran el bajo nivel de conocimientos en este sentido. Por ejemplo, la “Encuesta de Competencias Financieras (ECF)”, publicada por el Banco de España y la Comisión Nacional de Mercado de Valores (CNMV) en 2019, concluye que alrededor del 50% de los encuestados no comprende conceptos financieros básicos, como el interés compuesto o la inflación. En el contexto económico actual, caracterizado por la incertidumbre, no entender estos conceptos provocará no comprender las consecuencias que tiene una subida de tipos como la que está realizando el Banco Central Europeo (BCE) o que el ciudadano contrate un préstamo hipotecario sin una adecuada valoración.
De hecho, la importancia de la educación financiera en los contextos de inestabilidad económica explica por qué adquirió más importancia a raíz de la crisis de 2008. Los líderes del G-20 aprobaron en 2012 los Principios de Alto Nivel sobre Estrategias Nacionales de Educación Financiera de la OCDE, que sirvieron de guía para las autoridades públicas de cada país a la hora de diseñar e implementar las políticas en relación con la educación financiera.
En España, estos principios se tradujeron en la elaboración del Plan de Educación Financiera 2008-2012 por parte del Banco de España y la CNMV. Este plan se ha ido renovando con planes cuatrienales hasta el último presentado: el Plan de Educación Financiera 2022-2025. Esta hoja de ruta hace especial hincapié en el impacto que ha tenido la COVID-19 sobre la economía y los mercados financieros, y que se ha traducido en un aumento de la necesidad de contar con ciudadanos que tengan competencias financieras adecuadas y sean capaces de comprender la realidad compleja e inestable que vivimos. Además, ha impulsado algunos retos como la digitalización, poniendo sobre la mesa la necesidad de la capacitación financiera y digital.
Aunque el impacto y los resultados de este tipo de políticas se verán a largo plazo, existe cierta complejidad a la hora de medir el nivel de educación financiera. En este sentido uno de los estudios más reconocidos es “Financial Literacy Around the World”, realizado en 2014 por la agencia de rating Standard & Poor’s en colaboración con el Banco Mundial.
Este informe muestra una gran cantidad de datos sobre el nivel de educación financiera a escala mundial y explica las diferencias existentes entre países. Resulta interesante analizar las diferencias en la Unión Europea, donde un 52% de los adultos tienen una adecuada cultura financiera, a pesar de que existen grandes diferencias entre el norte y el sur del continente. Mientras representan al menos el 65% en países como Dinamarca, Alemania, Países Bajos o Suecia; en España y Grecia, este porcentaje se reduce a 49% y 45%,respectivamente. Portugal e Italia se situaron incluso por debajo de estas ratios, aunque los menores porcentajes se observaron en los países que se unieron a la UE desde 2004, como Bulgaria o Chipre.
Entre los determinantes que ayudan a explicar las diferencias en el nivel de educación financiera, cabe destacar que existe cierta relación con variables sociodemográficas como el género, el nivel de estudios alcanzado, los ingresos y la edad.
En primer lugar, a nivel mundial, el 35% de los hombres cuentan con un nivel adecuado de conocimientos financieros, en comparación con el 30% de mujeres. Además, esta diferencia por género se observa tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. En cuanto a las diferencias por edad, el rango que cuenta con mayores conocimientos financieros es el de 36-50 años, en el cual un 63% de ciudadanos tiene un nivel de conocimientos adecuado, frente al 56% en el rango de edad de 18-35 años.
Por su parte, se halló que existe una correlación positiva entre nivel de ingresos y conocimientos financieros. Entre aquellos adultos residentes en las principales economías emergentes que viven en el 60 % más rico de los hogares, el 31% tiene conocimientos financieros, frente al 23% de los adultos que viven en el 40% más pobre de los hogares.
Por último, el nivel de estudios alcanzados también muestra un impacto positivo sobre el nivel de conocimientos financieros, que está relacionado con el nivel de ingresos o la edad. A nivel mundial, una brecha de unos 15 puntos porcentuales separa a los adultos con educación primaria, secundaria y terciaria. El Gráfico 1 muestra dicha relación positiva, con un 73% de los adultos que han alcanzado nivel universitario con conocimientos financieros adecuados.
Gráfico 1. Porcentaje de adultos con conocimientos financieros por nivel de educación alcanzado
Fuente: Standard&Poor’s
Además del impacto positivo sobre la población y el bienestar de sus finanzas, la educación financiera también incide sobre los niveles de desarrollo de un país, al servir como palanca de crecimiento. La revista Economics De Gruyter ha publicado recientemente un estudio al respecto, realizado en los países de Europa del Este –donde la situación económica es menos favorable que en el resto de países del continente– y cuyas conclusiones establecen una relación directa entre el fomento de la educación financiera de la sociedad y la mejora en los resultados macroeconómicos del país, con especial atención al aumento del PIB.
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