El Observatorio de la Realidad Financiera – ORFIN– estima para 2021 un crecimiento del PIB de la economía española del 6,2% en el escenario central, con un déficit público del 8,5% del PIB, un aumento de la deuda pública que la llevaría al 122,5% del PIB y una tasa de paro del 16,5%. El rebrote del virus en Europa y en España han frenado la recuperación y este organismo espera ya una recaída del PIB en el primer trimestre de este año del 0,5% trimestral. Eso para empezar a poner encima de la mesa unos nubarrones que, sí, están dejando a mucha gente atrás solo hace falta ver la rebelión de unos hosteleros que deben cerrar sus establecimientos pero no reciben las ayudas de otros de sus colegas europeos.
Cierto es también que el coronavirus es un impacto no económico. Es un meteorito que ha impactado de lleno en nuestras finanzas y está provocando destrozos inauditos en sectores clave pero, al contrario que la crisis financiera de 2009, la recesión nada tiene que ver con la acumulación de desequilibrios económicos, financieros o fiscales. Nada que ver, tampoco, con fallos regulatorios o, como ocurrió con la crisis de deuda de la eurozona, con errores de política económica.
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